Lección 1: Miercoles 4 de abril - Con vosotros todos los días, hasta el fín - Audiolibro
El libro de Apocalipsis predijo la persecución que el pueblo de Dios afrontaría durante buena parte de la historia de la iglesia. Los 1.260 días proféticos de Apocalipsis 12:6 (ver además Apoc. 12:14) apuntan a 1.260 años durante los cuales se persigue a la iglesia.
“Esas persecuciones, que empezaron bajo Nero´n cerca del tiempo del martirio de Pablo, continuaron con mayor o menor furia por varios siglos. Los cristianos eran inculpados calumniosamente de los ma´s espantosos crímenes y eran señalados como la causa de las mayores calamidades: hambres, pestes y terremotos. Como llegaron a ser objeto de los odios y las sospechas populares, no faltaban los delatores que, por vil intere´s, estaban listos para vender a los inocentes. Se los condenaba como rebeldes contra el Imperio, enemigos de la religión y azotes de la sociedad. Muchos eran arrojados a las fieras o quemados vivos en los anfiteatros” (CS 38).
Al mismo tiempo, la mujer (iglesia) huyó al desierto (Apoc. 12:6). Se la describe con dos alas como de águila. Esto da la idea de huir en busca de ayuda. Ella fue cuidada en el desierto, y la serpiente, o Satanás, no pudo llegar a ella (Apoc. 12:14). Dios siempre ha conservado un remanente, incluso durante las persecuciones importantes, y lo volverá a hacer en el tiempo del fin.
En el contexto de los peligros de los últimos días, Cristo le dijo a su pueblo: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mat. 28:20). ¿Cómo entendemos esta maravillosa promesa, incluso frente al vasto martirio de muchos de sus seguidores? (Ver Rom. 8:31-39 ( CB ) ; Mat. 10:28 ( CB ) .)
Nada, ni siquiera la persecución, ni el hambre, ni la muerte pueden separarnos del amor de Dios. La presencia de Cristo con nosotros, ya sea ahora o en los últimos tiempos, no significa que nos libraremos del dolor, el sufrimiento, las pruebas o, incluso, la muerte. Nunca se nos prometió esas exenciones en esta vida. Sí significa que, por medio de Jesús